domingo, 8 de noviembre de 2009

Juguetes

Hoy es el cumpleaños de mi vieja y mis suegros vinieron a saludarla. Mi novio hizo mate y empezaron a hablar. Con ellos vino también mi cuñadita de 9 años. Mi cuñadita es larga y finita; en su familia son todos tirando a bajitos, inclusive mi novio el cual se ubica en la categoría promedio. Cuando le preguntan a quien salió tan alta ella contesta "A mi cuñada". Le gusta el inglés como a mi y Hanna Montana. Grita como todas las pibas de las series Disney cuando pasa algo lindo, cuando ve algo en la tele o cuando se baña. Los niños de ahora piensan q emocionarse es gritar, vaya uno a saber por que.
En fin, cuando llegó, quiso ponerse a jugar con mis perros, dos cachorros berretas, pedigree "caja-de-cartón-tirada-en-la-calle". Los dos son unos histéricos que a la hora de ladrar lo hacen en tono supersónico; esos ladridos que hacen que las vigas de techo vibren dejando un chirrido metálico en el aire. Para evitar un asesinato (de los perros de parte de mi madre), decidí desempolvar mis Barbies. Soy hija única, así que digamos que la colección es bastante grande. Es una mezcla de muñecas madeinchina de dos pesos (en la época del uno a uno), que me compraba yo con la plata que me ahorraba de mi semanalidad para poder cortarles el pelo tranquila; y las originales, a las cuales las cuidaba a capa y espada de las garras de mis amigas y vecinas que vivían para arrancarles la cabeza...
Retomemos, saqué las muñecas y ante el grito de aprobación de mi cuñadita, me sentí bien. Será que vi muchas películas, pero creo que los muñecos a los que les dimos voz y personalidad durante años y tardes de jugar con ellos sienten la falta de esto el día que decidimos que ya estamos grandes para seguir jugando. Seguí sacando cosas: la camper, el campamento Pocahontas, el MacDonals...y ella cada vez más contenta. A todo estos mis gatos estaban extasiados. Nunca habían visto un chico jugando; nunca habían visto tantas cosas tentadoras para robarse y perseguirlas por toda la casa...Sin embargo, no hicieron nada. La rodearon, eso sí, y y se dedicaron a observarla. Mientras tanto, a mi me dió nostalgia. Son tan lindas mis muñecas, con sus boquitas pintadas, sus cinturas perfectas, sus pelos destrozados por tanto champú y esa obsesión de meterlas a bañarse conmigo. Y la sigo mirando, mientras los "grandes" hablan de las represar que hacen en mi provincia y de la debacle de la misma, de la inundación, de lo que fue Argentina y de lo que ya no es. Y yo, que estoy incuída en ese mundo "grande" tengo más ganas de poder volver a tirarme en el piso con mi cuñadita a jugar a las Barbies, inventarles voces y novios, vida, trabajos e historias, y poder escaparme del mundo adulto, el cual siento que todavía me queda grande.

No hay comentarios:

Publicar un comentario