Cada uno tiene sus manías, y yo no vengo a ser la excepción. Serán la hijauniqués, los padres divorciados, el fanatismo por los gatos, pero no son manías que todo el mundo tiene, como ordenar mucho o acomodar los cubiertos en la mesa en perfecta armonía con el feng-shui. Una de mis obsesiones es comprar pelotudeces; digamos que somos muchos los chatarreros, pero lo mío viene onda bricollage: continuamente compro lentejuelas, mostacillas, canutillos, telas, papel barrilete, cola, pinceles, pinturas para tela, lanas, agujas de tejer para hacer eso que ví q esta bueno y q me va a salir mas barato y más lindo hacerlo q comprarlo. De esta forma, mi casa es una especie de mercería/bazar llena de proyectos ni siquiera empezados por falta de tiempo o inspiración. Cada vez q tengo un ataque de utilísima, corro a la librería/ferretería/mercería más cercana para hacerme de todos los enseres que necesitaoy realizar ese lindo biombo con cuentas que ví una tarde de domingo alpedista en algún programa de cable. Todos los veranos juro terminar el decoupage de la puerta, barnizar el placard, retapizar el sillón y hasta hacer el murito en el lavadero, pero es al pedo. Siempre hay un buen libro para leer, amigos para visitar o una siesta por dormir. Y ahí están, apiladas y empolvadas todas las lentejuelas y clavitos, esperando convertirse en algo lindo o al menos regalable.
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